“Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”. (Hebreos 13:14)
¡Qué privilegio que nos propongan estas poderosas palabras como lema para el año 2013! Este pasaje, escrito para una iglesia desanimada y fatigada en los primeros días del cristianismo, ha recordado a las iglesias a lo largo de los siglos que su testimonio encuentra inspiración y orientación en todas aquellas cosas que Dios hace nuevas.
Por lo tanto, no hay motivos para conformarse fácilmente con todo lo que nuestras “ciudades” en el mundo entero pueden ofrecer como statu quo. En realidad, lo sabemos demasiado bien: el sentido común de nuestras ciudades en ocasiones puede carecer de sentido, sus constructos culturales pueden llegar a ser dañinos y opresivos, y sus valores a veces dolorosamente opuestos a los valores revelados en Jesucristo como el sistema de gobierno de aquella “nueva ciudad” que está por venir. Las iglesias no están llamadas a unirse a los coros de falta de sentido, opresión e injusticia que pueden oírse algunas veces, sino a participar en la nueva melodía de la transformación poderosa de Dios, una melodía que lleva a una nueva unidad entre los seres humanos y con la creación de Dios.
Tampoco hay razón alguna para rendirse, huyendo o abandonando las ciudades llenas de sus complejidades en las que las iglesias se encuentran hoy. Dios entra en este mundo con tanta determinación y vehemencia –hasta el punto de ofrecer a Jesucristo, su hijo, por amor– que es difícil encontrar una razón convincente para que una iglesia le vuelva la espalda. De hecho, el lema invita a las iglesias a participar más en el mundo. Las injusticias, la violencia y los conflictos vividos no deberían convertirse en motivos para perder las esperanzas y abandonar, sino para hablar aún más alto y trabajar todavía con más empeño por la justicia, la paz y la reconciliación.
Y así es, el lema invita a las iglesias a ser ambas cosas: por un lado, convincentes portadoras de la memoria de la nueva creación de Dios revelada en Jesucristo, anunciando con regocijo el Evangelio de Jesucristo y lo nuevo que ofrece; y por otro lado, firmes defensoras de lo nuevo, desafiando por medio de la proclamación, las actividades diaconales y el audaz testimonio público a todo lo que promueve las injusticias y la violencia, y que lleva a nuestras ciudades a seguir cantando las viejas melodías de la autodestrucción.
Mensajeras de la historia de la poderosa transformación de Dios y matronas que preparan el camino para lo nuevo que entra en nuestro mundo con Jesucristo: así es como yo describiría la tarea de ser iglesia en el mundo de hoy. Y así es como la FLM ha descrito la “ciudad” que ve mientras peregrina y da testimonio como comunión de iglesias en el mundo actual: “una comunión en Cristo liberada por la gracia de Dios que vive y trabaja junta por un mundo justo, pacífico y reconciliado”.
¡Que Dios nos inspire a todos y a todas en este nuevo año que tenemos por delante, para que las palabras y las acciones de la comunión de la FLM y de sus iglesias miembro transmitan esperanza y alegría sobre las cosas que Dios está haciendo nuevas!
Rev. Martin Junge
Ginebra, enero de 2013