Kairós para la Creación: confesando esperanza para la Tierra - El llamado de Wuppertal

24/06/2019

 

Kairós para la Creación: confesando esperanza para la Tierra

El llamado de Wuppertal

Si se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, si oran y buscan mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”, 2 Cr. 7:14.

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo y nos ha dado el ministerio de la reconciliación”, 2 Cor. 5:17-18

Preámbulo

Del 16 al 19 de junio de 2019, 52 participantes de 22 países y diferentes confesiones y tradiciones religiosas se reunieron en Wuppertal (Alemania) para una conferencia titulada “Juntos por la ecoteología, la ética de la sostenibilidad y las iglesias respetuosas con el medio ambiente”.* En Wuppertal se nos recordó la valiente confesión de fe articulada en la Declaración de Barmen (1934) contra la ideología totalitaria, inhumana y racista de la época. Esa declaración sigue alentándonos hoy a “una gozosa liberación de todas las ataduras ateas de este mundo para un servicio libre y agradecido a todas sus criaturas.” (Barmen II).

Intercambiamos relatos de África, Asia, Europa, América Latina, América del Norte y Oceanía. Escuchamos los lamentos de la Tierra, los lamentos de las personas vulnerables a los efectos del cambio climático –especialmente los niños y los ancianos– los lamentos de los jóvenes que exigen justicia intergeneracional y las preocupaciones de los expertos en relación con las tendencias actuales.

Reconocemos la urgencia de los años venideros, pero expresamos el valor de tener esperanza y estamos obligados a llamar al movimiento ecuménico mundial hacia una transformación ecológica integral de la sociedad.

Kairós: un giro decisivo en la peregrinación de justicia y paz

El movimiento ecuménico lleva mucho tiempo dedicado a peregrinar hacia la justicia, la paz y la integridad de la Creación. Estos objetivos requerirán medidas urgentes en el camino ante nosotros. La urgencia de la crisis nos llama a leer los signos de esta era, a escuchar el llamado de Dios, a seguir el camino de Cristo, a discernir el movimiento del Espíritu y, en respuesta, a reconocer las iniciativas positivas de las iglesias en todo el mundo.

Los síntomas de la crisis afectan a todos los elementos básicos de la vida y están a la vista de todos:

  • Las aguas dulces están contaminadas, los glaciares se están derritiendo, los océanos están contaminados con plásticos y se están acidificando, lo que provoca el blanqueamiento de los arrecifes de coral (agua).
  • La tierra se está degradando debido a una agricultura insostenible y hábitos alimentarios poco saludables, economías extractivas gobernadas por las potencias financieras mundiales, la deforestación, la desertificación y la erosión del suelo; los animales están sufriendo y las criaturas están siendo modificadas genéticamente; las poblaciones de peces se están agotando; y la pérdida de hábitats está generando una pérdida sin precedentes de la biodiversidad (tierra). Tanto las tierras como la salud de las personas están siendo envenenadas por desechos industriales, agrícolas, desechos municipales y nucleares, y por pesticidas y productos químicos. Un creciente número de personas se ven obligadas a emigrar y convertirse en refugiados climáticos.
  • Las emisiones mundiales de carbono siguen aumentando, los gases de efecto invernadero se están acumulando en la atmósfera alterando los climas (aire).
  • Es el uso aún creciente de la energía procedente de los combustibles fósiles lo que está impulsando tales cambios (fuego).

Los delicados equilibrios de la Creación han sido perturbados hasta un punto sin precedentes en el Antropoceno. Hemos transgredido los límites del planeta. Parece que la Tierra ya no es capaz de sanarse a sí misma. La Creación gime a una, y a una sufre dolores de parto (Rom. 8:22). Hemos sido incapaces de mantener unidas las preocupaciones ecuménicas relativas a la justicia en contextos de pobreza, al desempleo y la desigualdad, a una sociedad participativa en medio de diversas formas de conflicto violento, y a la sostenibilidad en medio de la destrucción ecológica.

Aunque los humanos no han contribuido por igual a las causas de esta crisis, como cristianos nos reunimos para confesar nuestra condición de cómplices y siervos del pecado:

  • Hemos sido arrogantes al dar por hecho que la Tierra entera gira en torno a nosotros, los humanos, y nuestras necesidades (orgullo).
  • Hemos quedado atrapados en un deseo abismal de crecimiento material ilimitado, impulsado por una cultura generalizada de consumismo (codicia).
  • Hemos explotado los dones de Dios, hemos recurrido a la violencia contra las criaturas de Dios y hemos violado la dignidad humana (violencia).
  • Nos hemos alejado de la tierra ancestral y de la sabiduría indígena, de los animales como nuestras cocriaturas y de la Tierra como nuestro hogar dado por Dios (la privación del bien).
  • Hemos sido vencidos por la locura, la injusticia, la negación y la codicia (vicio).
  • Hemos tardado en aceptar nuestra responsabilidad de abordar la crisis determinante de nuestra era (pereza).

Para empeorar las cosas, la autenticidad del testimonio ecuménico está siendo socavada por una serie de distorsiones del evangelio, relatos tóxicos y teologías que legitiman una lógica totalitaria de muerte y destrucción. Estas incluyen teologías del dominio en nombre de las diferencias de raza, género, clase y especie, la legitimación teológica de la dominación patriarcal; formas dualistas y reduccionistas de relacionar cielo y tierra, alma y cuerpo, espíritu y materia; la negación y ridiculización de los conocimientos y planteamientos científicos para mantener el orden actual, la prolongación de los mitos del progreso ilimitado, que confían exclusivamente en soluciones tecnológicas para resolver los problemas ecológicos, en lugar de comprender su naturaleza cultural, moral y espiritual; el pseudoevangelio de promover la acumulación de riqueza y prosperidad, maneras oportunistas de culpar siempre a los demás de los problemas; y formas escapistas de lidiar con las víctimas de la injusticia ecológica.

Esperanza: la valentía en tiempos de ansiedad y desesperación

En medio de la desesperación sin precedentes asociada con una abrumadora crisis ecológica, proclamamos la esperanza en el Dios Trino en medio de una Creación que gime, “porque fuimos salvos con esperanza” (Rom. 8:24). Dios no ha abandonado a la Tierra. Nos aferramos a las promesas de Dios simbolizadas en el pacto alcanzado con “todo ser viviente (...), por generaciones, para siempre” (Gen. 9:12). Creemos en la presencia de Dios, como se reveló en Jesús el Cristo en medio del desastre que nos rodea. El poder del Espíritu nos consuela para “renovar la superficie de la Tierra” (Sal. 104: 30).

Frente a los discursos económicos y políticos que distorsionan nuestra comprensión de las relaciones adecuadas entre los seres humanos, la Creación y el Creador, semejante esperanza puede parecer contraria a la intuición. La esperanza que proclamamos no solo critica los sistemas de dominio opresivos y patriarcales, sino que nos inspira a participar en la sanación de la Creación (2 Crón. 7:14). La esperanza no es lo mismo que el optimismo ciego que confía en la mera extensión de las tendencias actuales. Esa esperanza no llega sin esfuerzo. Emerge, a pesar de la abrumadora evidencia en su contra, porque se apoya en el Dios Trino. Esa es la esperanza que nos alienta y nos obliga a una transformación ecológica integral de la sociedad.

Un llamado al movimiento ecuménico mundial

En el centro de la transformación que se requiere se encuentra la necesidad de conversión ecológica (metanoia), un cambio de corazón, mente, actitudes, hábitos diarios y prácticas (Rom. 12: 1-2). Esto tiene consecuencias en todos los aspectos de la vida cristiana: para la liturgia y el culto, la lectura de la Biblia, la proclamación, los sacramentos, las comunidades y prácticas congregacionales, la oración, el ayuno, la espiritualidad, la doctrina, el espíritu, la educación, el arte, la música, los ministerios y las misiones. Esta reforma ecológica de todo el cristianismo ha sido impulsada por nuestros padres y madres en la tradición cristiana, por el ejemplo de nuestras hermanas y hermanos en todo el mundo y por líderes ecuménicos como el patriarca ecuménico Bartolomé, el papa Francisco, el arzobispo emérito Desmond Tutu y muchos otros.

Hacemos un llamado al movimiento ecuménico mundial, a las comunidades cristianas mundiales, y a todas las demás iglesias para que planifiquen una Década de aprendizaje, confesión y acción integral ecológicos para reorientar las prioridades de las iglesias hacia los siguientes compromisos:

1. renovar todas las prácticas litúrgicas y espirituales y las antiguas tradiciones eclesiásticas sobre la Creación a la luz de los kairós actuales;

2. releer los textos bíblicos y estudiarlos con sensibilidad ecológica;

3. crear marcos propicios a la formación de ecocongregaciones, proporcionándoles los recursos humanos y financieros necesarios y apoyando las iniciativas comunitarias existentes;

4. promover la justicia de género en la iglesia y en la sociedad, dadas sus múltiples conexiones con cuestiones ecológicas;

5. animar a los jóvenes a ejercer el liderazgo en la iglesia y en la sociedad por el bien de un futuro que es suyo;

6. incorporar la reflexión ecoteológica en todos los niveles educativos;

7. cultivar valores ecológicos y fomentar estilos de vida sostenibles en los hogares y comunidades;

8. equipar a los laicos para sus vocaciones, de manera que ejerzan la responsabilidad ecológica dondequiera que vivan, trabajen y practiquen su religión.

9. participar en un diálogo multidisciplinario que pueda combinar y hacer justicia a los conocimientos de las ciencias, las sabias tradiciones indígenas y las distintas teologías; y

10. defender las alianzas, redes y asociaciones interdisciplinarias con todos los niveles de gobierno, con empresas e industrias, con la sociedad civil, con redes ecológicas multirreligiosas, con otras religiones vivas y con todas las personas que comparten el compromiso de encontrar alternativas sostenibles a las formas dominantes de producción y consumo.

En vista de la próxima XI Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias en 2021, recomendamos al CMI, en particular, que declare una “Década para la sanación de la Creación” con los siguientes objetivos:

  • movilizar a las iglesias miembros para que reorienten sus prioridades hacia los compromisos establecidos en el Llamado de Wuppertal;
  • comprometerse con la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas a través de diferentes alianzas, redes y asociaciones, e ir más allá que dicha agenda y redefinir las nociones de crecimiento, riqueza y bienestar, que aún no están suficientemente claras con respecto a los límites planetarios existentes;
  • convencer a los responsables de las decisiones a nivel mundial de que el aumento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero deben detenerse y reducirse drásticamente lo antes posible para alcanzar cero emisiones netas de carbono y mantener el aumento de la temperatura del planeta por debajo de los 1,5 grados centígrados; y
  • promover los procesos de las Naciones Unidas dirigidos al establecimiento de un marco legal para crear una “Carta Universal de los Derechos de la Madre Tierra” (Cochabamba 2010), un sistema de jurisprudencia internacional de la Tierra, así como estudiar las posibilidades de establecer un Consejo de las Naciones Unidas para los Derechos de la Naturaleza y considerar el reconocimiento del ecocidio como un delito penal en la Corte Internacional de Justicia,

Estos compromisos se derivan de una comprensión del momento histórico de Kairós en que nos encontramos. La tarea que nos aguarda es colosal y requerirá décadas de esfuerzo. La urgencia de la situación implica que una respuesta integral no puede demorarse. La próxima década será decisiva para concederle a la Tierra un tiempo de descanso. Los motivos bíblicos del sabbath y del jubileo proporcionan una fuente única de esperanza e inspiración, una interrupción en el ciclo de explotación y violencia, expresada en la visión de que habrá “para la Tierra un año sabático” (Lev. 25: 5).

¡Ven, Espíritu Santo, renueva la Creación entera!

24/06/2019


* La conferencia fue convocada y organizada por la Asociación de Iglesias Protestantes y Misiones de Alemania (EMW), Iglesia Evangélica en Alemania (EKD), Misión Evangélica Unida (UEM), Pan para el Mundo, Consejo Mundial de Iglesias.

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